Reflexiones desde y para docentes

La Nueva Escuela comienza con repensarnos como maestros.

Diego Luís Córdoba

Por la ignorancia se desciende a la servidumbre, por la educación se asciende a la libertad.

Maria Montessori

La primera tarea de la educación es agitar la vida, pero dejarla libre para que se desarrolle.

Confucio

Aprender (o enseñar) sin reflexionar es malgastar la energía.

John Ruskin

Educar a un niño no es hacerle aprender algo que no sabía, sino hacer de él alguien que no existía.

sábado, 25 de agosto de 2012

La historia personal en la escuela


Hubo, en esta clase, un momento especial de silencio en que todo el ruido de la clase cesó y los niños se centraron en su trabajo, me senté en la silla principal, desde allí pude ver sus caras, algunas limpias, pulcras incluso con maquillaje la de algunas niñas; otras sucias, negras de mugre, recuerdos; historias buenas, regulares, muy malas.

Precisamente esto de la historia personal en la escuela me ha llamado la atención desde hace algún tiempo. Todos los seres humanos interactuamos con los demás en diferentes niveles, con la gran mayoría solo tenemos una relación superflua basada en lo meramente funcional, nada tiene que ver la historia, lo único importante es la capacidad de solucionar los problemas que se presentan; es más, me atrevo a decir que, en algunas circunstancias, la escuela se basa en esa relación funcional del maestro-alumno en la cual ninguno de los dos puede tomar una posición vital frente a los problemas, la escuela suele ser un espacio privilegiado para la academia, lo cognitivo pasa a ser lo más importante en este paradigma, los sentimientos se ven relegados a un segundo lugar desde el cual las personas que muestran debilidad son subyugadas y aquellas altaneras que muestran un espíritu más bien libertario son castigadas por oponerse a lo establecido.

Los comportamientos de la personas están intrínsecamente ligados a los sentimientos, opresiones y tensiones que estos experimenten a lo largo de la jornada escolar. No podemos juzgar a los muchachos por su comportamiento directo en el aula, es cierto, este comportamiento es vital para el normal funcionamiento de una clase, pero también es cierto que este comportamiento no es fortuito, está ligado a las vivencias de casa, del barrio y del patio del colegio, la vida fuera del aula de clases, juzgar a un niño por su comportamiento en un entorno aislado como la escuela es alienar  su derecho a responder de distintas maneras a la vida que le ha tocado vivir. Quizá un niño con poca atención en clase puede ser aquel que en casa se la pasa solo todo el día, puede también que el niño mas juicioso del salón, el que no diga nada y siempre esté en su puesto es aquel niño que en casa lo acostumbraron a la ley del silencio.

Entonces, ¿Por qué es importante reconocer la historia del niño en la escuela? Sencillamente porque de esta manera el docente evita repetir las cadenas de injusticia que toda la sociedad replica sobre el muchachito en cuestión, cuando el maestro se percata de las causas reales de una situación de mal comportamiento o de poca concentración puede actuar asertivamente para cambiar la vida del estudiante, de lo contrario los castigos solo servirán para crear prejuicios en torno a él o ella y, en ultimas, ser injusto como todos los demás.

El verdadero maestro es aquel capaz de transformar en vasijas dignas de un rey cualquier arcilla que llegue a sus manos sin importar si ésta llega con mugre, impurezas o si por el contrario se dan todas las condiciones para ser un buen orfebre. Por último recuerde, querido colega, que somos orfebres pero no tenemos horno, los resultados no son inmediatos, pero en todo caso el tiempo se encarga de mostrar la verdad.

lunes, 16 de julio de 2012

El secreto del éxito en la educación, un apredizaje integral

Es común, cuando revisamos nuestros recuerdos del colegio, encontrar que nuestra relación y rendimiento con los/as maestros/as se movía precisamente en ambientes diversos pues había materias que se nos facilitaban y otras que no; y lo mismo sucedía con los/as compañeros/as de curso, con unos/as simpatizábamos más que con otros/as; también era común ver que no siempre el/la más “inteligente” del curso se relacionaba bien con el resto del mismo o que, ya unos años después de haber salido del colegio, no fue él/ella quien tuvo más logros en los negocios o en su vida personal ¿Cuál es la razón de todo ello?
Es claro que cuando caminamos por la calle las probabilidades de encontrarnos con alguien idéntico son muy pocas, casi nulas, y, aunque ante la ley y Dios seamos todos iguales querido/a amigo/a temo decir que no es así; de la misma manera en la que nuestras huellas digitales nos identifican y diferencian de todos/as por ser únicas, también nuestra estructura cognoscitiva es única y no tiene igual ¿Por qué? Porque ella (la estructura cognoscitiva) no se nos viene dada sino que se modifica y alimenta de todo cuanto experimentamos, de modo que, los factores externos[1] de cada sujeto (que después serán factores externos del aprendizaje) como la edad, el grado de salud, la nutrición, el sexo, la situación familiar, el contexto histórico-personal, el estrato, las amistades, el trabajo y otros elementos se conjugan racionalmente para modificar al sujeto de tal manera que éste construya dentro de sí una estructura de pensamiento que se encargue de organizar toda la información que entra o sale de él/ella; hay que tener en cuenta también los factores internos de nuestro ser  como el coeficiente intelectual, la personalidad, las fortalezas y debilidades en el conocimiento, los procesos cognitivos, los intereses, las necesidades y las expectativas de aprender para la vida.
 
 
Se entiende hasta acá que todo nos modifica y afecta directamente, ¿Porqué no habría de pasarnos lo mismo con nuestras formas de aprender? Ya que somos diferentes en nuestro interior en la forma de organizar la información, debe también haber gran diferencia en cómo procesamos lo que se nos transmite. Entramos entonces a considerar el término “Transferencia de Aprendizaje”[2] antes de ver los procesos de aprendizaje, de modo que podemos entender que cuando hablamos de transferir el conocimiento hacemos referencia a la habilidad de dar, plasmar y entregar en nuevos contextos, por medio de un proceso dinámico, dialéctico e interactivo, nuevos saberes que responden a las necesidades del aprendiz y a sus intereses.
 
 
Tenemos ya las clases de aprendizaje, mecánico y significativo, abordaremos entonces los tipos de aprendizaje que se desarrollan dentro de éste. Hay diferentes formas de entablar relaciones entre los conceptos, podemos entenderlo como un proceso que comprende tres momentos; primero están las representaciones, donde las imágenes son lo primero que la mente asimila y entiende pues relaciona el término con las imágenes que lo representan; después del aprendizaje por asimilación viene la relación de los conceptos, esta es la capacidad de atribuir características a las imágenes del anterior proceso para convertirlos en conceptos; por último, se suma al proceso la capacidad de hacer de los conceptos proposiciones, formas compuestas, enunciados grandes que relacionan diferentes conceptos entre sí para hacer afirmaciones complejas cargadas de un sentido y un lenguaje específico.

Si recordamos que se había afirmado que las estructuras cognoscitivas crecen con el individuo también podemos entender que cada uno/a desarrolla diferentes habilidades, es decir Inteligencias, dependiendo de la necesidad o el problema al que más necesita dar respuesta. He ahí la razón por la cual no siempre el C.I. más alto es el que garantiza al consecución de logros en la vida pues ella, la vida, no solo demanda de cada quién respuestas lógicas, también requiere que la abordemos desde nuestras diferentes habilidades ya sean emocionales, lingüísticas, musicales, matemáticas, espaciales, cinestesico-corporales, intrapersonales e interpersonales entre otros.
 
 
Es acá donde podemos dar respuesta a la pregunta ¿Dónde reposa el éxito del proceso educativo de un sujeto? Cada persona es diferente, lo he dicho desde el principio, y cada ser se enfrenta a problemas diferentes, lo que demanda que desarrolle habilidades diferentes, teniendo en cuenta tanto los factores externos como los internos de cada quién, aprendiendo también con un modo particular de crear estructuras; entendiendo lo anterior, se puede decir que el éxito de la educación y formación de un sujeto se da en la medida en que el proceso de aprendizaje integra todos los anteriores elementos en él. Y no estando contento con dar respuesta a la pregunta también, iluminado por lo aprendido de los textos, daré las formas de lograrlo.
 
 
Clave esencial es la implementación de una “Estrategia Pedagógica”[3] que se encuentre acompañada por una comprensión general de lo que son los Estilos de aprendizaje, de modo que ya sea, partiendo de lo general para llegar a lo específico o iluminando el concepto con un ejemplo central y práctico , si el/la maestro/a logra combinar diferentes métodos y técnicas con los medios didácticos correctos, logrará responder a todo cuanto sus alumnos/as necesitan en la medida en que ellos/as pueden asimilar dicho conocimiento, pues integra y atiende al desarrollo de todas sus dimensiones.




[1] Cfr. de Estrategia Pedagógica. Por: Jaime E. Barros Agüero en la Unidad 2 del curso - Estrategia Pedagógica Y Pensamiento Complejo del SENA.
[2] Ibidem.
[3]Según el Libro "Estrategias para promover el aprendizaje autónomo" Universidad EAN, 2010 - 339 páginas por:

Denise Caroline Argüelles R. PhD. en Ciencias Empresariales, Universidad Antonio de Nebrija-España-; Magister en Gestión de Organizaciones, Universidad de Quebec de Canadá; Especialistas en Negocios Internacionales, Universidad EAN; Especialista en Pedagogía para el Aprendizaje Autónomo, UNAD-CAFAM; Comunicadora Social Periodista, Universidad Externado de Colombia; Docente titular de la Universidad EAN.

Y Nofal Nagles G. Ingeniero Industrial egresado de la Universidad de América. Ha realizado dos especializaciones: con la UNAD en Pedagogía para el Desarrollo del Aprendizaje Autónomo y en Gerencia de Procesos de Calidad e Innovación con la Universidad EAN; dos maestrías: una en Dirección de Operaciones Calidad e Innovación con la Universidad Politécnica de Madrid y la otra con la Universidad Antonio de Nebrija en Ciencias Empresariales. Actualmente es el director del grupo de investigación Tendencias en Gestión e Innovación.

Dubán

La clase en 201 inició con un toque de emoción que no esperaba encontrar: Esta vez no se pararon contentos gritando mi nombre cuando entré al salón los seis u ocho niños de siempre, esta vez conté una veintena de estudiantes alegres de poder encontrarnos una vez más. Al fin, eso era por algún motivo un índice de mejoría en la propuesta de las clases, cuanto había costado que aquellos niños se levantaran para este momento. Al fin.
Los estudiantes estaban muy dispersos y el desorden era evidente en el salón, así que como de costumbre espere a que la profesora los normalizara un poco para empezar mi clase. Aproveche ese espacio de tiempo para copiar rápidamente lo planeado en el tablero. Un par de niños parados en el rincón del salón, otros tantos corriendo y en muchos era difícil diferenciar si hablaban o gritaban.
Pero parecía haber esperanza para la disciplina de mi clase, es decir, los que estaban inquietos eran fáciles de controlar, los sabía bien porque el único caso en verdad especial es Dubán, si él estaba con disposición para mi clase, entonces habría una muy tranquila.
Y lo más sorprende fue ver a Dubán riéndose, parecía alegre. Entonces me acerqué a él – “Hola, ¿Qué tal? ¿Todo bien?” – Le dije – “Si profe todo bien, todo bien.” Con esas palabras supe que la clase podría ir muy bien aquel día. Así que empecé a con la introducción al tema y luego la narración de la historia; los niños ya habían terminado de copiar lo que estaba en tablero y se estaban acabando los 5 o 7 minutos que tenía de atención luego de la mayoría hubiesen terminado de copiar. Inmediatamente le entregué a Duban la mitad de las copias y otro estudiante el resto.
Ellos muy tranquilamente les repartieron las hojas a sus compañeros, cumpliendo con entregar el material sólo a los que estaban sentados en sus puestos y en silencio. Todos empezaron a trabajar, bastante juiciosos. Estaba contento porque hasta el momento todo me había salido según lo planeado. Duban tenía los ojos pegados en la guía, sabía que su concentración era totalmente diferente al del resto de sus compañeros (claro, cuando se lo proponía) y parecía estar bastante entretenido.
Me paseaba por los puestos controlando la normalidad de la clase, cuando de pronto la profesora titular va al puesto de Dubán y le quita la hoja, yo miraba absorto, no sabía si dar crédito a mis ojos porque la profesora le rapaba la guía de las manos a Dubán y tanto ella como yo sabíamos lo que ocurriría.
Me acerqué a ella y le pregunté el porqué de su decisión – “El sabe que si no me presenta el cuaderno de Español con la actividad terminada, no puede continuar” – dijo ella. Y yo sólo decía en mi mente “Profesora usted sabe lo que va a ocurrir ahora con Duban, hasta aquí va a trabajar y me va a dejar trabajar a mí, su asignatura es una cosa y mi clase no puede verse afectada por eso…” Y mil cosas más.
Efectivamente la clase empeoró Dubán empezó a gritar, a pelear y a intentar llamar la atención de diferentes maneras. No perdí mi tiempo en controlarlo porque la profesora intentó hacerlo durante la mitad inicial de mi clase y  tal como lo era de esperarse, no lo logró controlar y se ganó más de un grito de Dubán.
Luego intenté acercarme al niño pero era casi imposible, no era nada extraño su comportamiento. La profesora titular perjudicó el resto de mi clase. Al final de la clase todos los niños habían terminado la guía, bueno, exceptuando a Dubán. –Niños, van saliendo a descanso los que hayan terminado toda la actividad y me van mostrando su guía.” – les dije.
“¿Profe, Dubán hizo su guía?”- Dijo la profesora titular – “No profe” – Contesté, con un grito dentro de mi cabeza que decía “Gracias a usted profesora, porque aún tiene en sus manos el taller de Dubán…”. - “Ah bueno profe entonces Dubán sabe que no puede salir hasta terminarlo, le tocaría entonces quedarse con él acá, yo les dejo abierto el salón y le entrego el candado…” Dijo la profesora. Contuve un poco la rabia y me acerqué a ella, la mayoría de niños se habían ido. En voz baja le dije: “Profe, no era conveniente quitarle la hoja usted sabe como es él” – “Pero que hacemos Hermano, toca así con él, si no…” Dijo la profesora.
Yo seguía sin entender porque creía ella que con Dubán tocaba de la manera brusca, y fuerte luego de casi medio año y ningún fruto de esa “estrategia”. Me quedé con Dubán todo el descanso en el salón. Hablé con él para preguntarle si iba a realizar el trabajo o no, no le iba a rogar y tampoco a obligarlo, sabía bien como es él y sobretodo estaba bastante furioso, bastante.
Dubán se refirió a su profesora con los peores términos que se sabía, se tapaba la cara y no paraba de murmurar. “Dubán esto es cuestión suya, antes le voy a ayudar a terminar esa guía rápido pero solo si usted quiere y está dispuesto, de lo contrario no le voy a rogar y nos quedamos los dos todo el descanso.” – Le dije en un tono bastante serio. “No no profe, todo bien, hagámosle a eso entre los dos para ver si alcanzo a salir” Decía él a punto de llorar.
Supe que ese momento sería una excelente oportunidad para acercarme a Dubán y poder hacerle sentir mi compromiso por él, por su mejoría, por su futuro que tanto me atemoriza. Con bastante empeño lo orienté para que él mismo pudiera resolver la guía, sin duda estaba un poco extensa. Dubán se quejaba, peleaba y se desconcentraba cada vez que entraban niños al salón buscando el refrigerio en sus bolsos o solo entraban… A veces para ver a Dubán y luego reírse o lamentarse con él.
Yo los dejaba, lo único que me importaba era la reacción de él en medio de esas situaciones. Esperaba que Dubán se diese cuenta que en medio de todo, su profesora, sus compañeros y resto de personas, nadie le había ayudado porque lo consideraban un “problema en la clase” repitiendo las palabas de la profesora titular del curso. Quería que observara a su alrededor y observara que yo también había perdido mi tiempo de descanso pero que no me quejaba de ello y le seguía ayudando.
Al final lo único que dijo Dubán fue: “Al fin, ash pero ya cerraron la cafetería y quedan como 5 minutos para que timbren.” – “Entonces por culpa suya ¿Yo tampoco voy a comer nada? Nooo Dubán.” Dije yo, él se reía y se agarraba la cabeza. Saqué del bolsillo una bolsita con un dulce que vendían en la cafetería, una niña del mismo salón (Jimena, la más juiciosa) me la había regalado. “Tenga, esto es lo único que tengo.”
“Ah, gracias profe todo bien.” - Contestó. No esperé a que terminara la frase y me volteé para recoger mis cosas rápido e irme tan pronto como pudiera. Pero Dubán me abrazó, no dejó que me diera la vuelta para irme, eso sí un abrazo muy corto, creo que fue el abrazo más rápido que Dubán haya dado, estando seguro de que han sido muy pocos.
La historia de vida de Dubán es muy complicada, no es nada fácil para él estar en un ambiente familiar tan pesado y a la vez ser un niño “normal” como la profesora titular y todos los demás profesores deseamos en medio de un ambiente de constante indisciplina. Dubán tuvo un gesto de cariño conmigo, cuando nunca había visto de su parte algún gesto diferente al de pelear, golpear, gritar o tratar mal a alguien.
Mi oración y deseo era la esperanza de haber logrado por fin, tocar el corazón de Dubán y hacerle entender que nosotros no éramos enemigos como él estaba acostumbrado  a ver a la mayoría de profesores; que no teníamos por qué pelear como él lo hacía con su titular, que si me lo permitía yo le podría ofrecer un trato diferente, que tenía con él un compromiso diferente.

domingo, 15 de julio de 2012

Lo que noto

Aunque trabajemos con grupos del mismo nivel, de la misma edad e incluso del mismo colegio, nunca se presentarán las mismas dinámicas e interacciones entre los estudiantes; sin embargo lo que no ha dejado de sorprenderme es la diferencia abismal que encuentro entre los dos terceros a los cuales doy clase, con los dos comparto el mismo tiempo a la semana, pero las clase son totalmente distintas. Por esta razón, quiero contar como es una clase más o menos normal en cada uno de estos grupos
Curso 301:
Me aproximo al salón de clase, escucho un montón de voces, pasos de niños corriendo por el salón y aún más fuerte la voz del titular de curso tratando de organizar a los niños, mientras tanto pienso “Otra clase que no voy a poder hacer nada”. Ingreso al salón, nadie nota mi presencia, pasan unos segundos y el profesor se da cuenta de que estoy en el salón, rápidamente trata de ordenar los niños, sin embargo no lo logra, se dirige hacia la puerta, y levantando una mano en señal de despedida me dice “¡Todos suyos Juan!”, luego solo se escucha que se cierra la puerta con un golpe fuerte.
Después de esto, me rasco la cabeza y contemplo el caos en espera de alguna luz de esperanza, saludo a los niños y algunas voces que en la lejanía no identifico responden a mi saludo, hago esfuerzos sobrehumanos por tratar de poder iniciar la clase, sin embargo me rindo, doy la indicación de sacar el cuaderno de religión, copio el  tema de la clase en el tablero, y luego trato nuevamente de organizar el salón, sencillamente no puedo, ellos son 45 y yo uno, me siento impotente, tras un segundo intento por hacer la explicación de la clase, me doy por vencido. Voy al escritorio y de mi maleta saco las guías o actividades que tengo pensadas para la clase, las reparto y doy la indicación sobre el modo de proceder para responder la guía, más o menos la mitad del salón trata de hacer algo, la otra mitad aún sigue corriendo por todo el salón.
Nunca en una de mis clases en este salón ha de faltar algún niño o niña que se le ocurra la genial idea de romper los trabajos de los demás, y no he encontrado palabra dicha o gritada que logre controlar esta situación, este es solo uno de los problemas dentro de la clase, luego de esto siempre llego a un punto en que me desespero, grito, me calmo, me aburro, me siento mal, me siento un fracaso total dando clase, pienso “¿Qué fue lo que hice mal hoy?”, me siento culpable, luego me siento inocente y digo no es mi culpa, comienza el periodo de la búsqueda de culpables, y mientras tanto digo “No más”, faltan más o menos 5 minutos para terminar la clase, me despido con rabia, dos o tres se despiden de mí.
Tomo un poco de agua y me dirijo hacia el otro salón donde tengo clase con la seguridad que todo será diferente.
Curso 302:
Ingreso al salón mientras el profesor se encuentra dando clase, digo “Buenas tardes”, a lo que todos los niños responden al unísono poniéndose de pie, doy la indicación que se sienten, saludo al profesor y él le da la indicación a los niños de que guarden el cuaderno que están utilizando  y quedan atentos a mis órdenes. En ese momento, una sonrisa se dibuja en mi rostro y pienso en la hora anterior que he pasado en el otro curso tratando de por un momento tener el salón tal como tengo el que ahora me encuentro, disfruto con tranquilidad ver el grupo de niños, no he tenido que hacer nada y están totalmente atentos a todo lo que haga.
La clase es muy efectiva en cuanto a  todo lo que me propongo dentro de la planeación. Inicio haciendo una revisión sobre el tema de la clase pasada, por medio de preguntas hago una aproximación al tema de la clase, casi todos los niños del salón levantan la mano para contestar, sin embargo, solo doy la palabra a dos o tres, lo mejor de todo, nadie habla si yo no le doy la palabra, continúo con una explicación mía con ayuda del tablero, los niños ponen atención a todo lo que hablo, mientras tanto algunos levantan la mano para hacer alguna pregunta, sin embargo las preguntas se hacen al final de la explicación, luego doy la indicación para copiar en el cuaderno lo que he explicado y está en el tablero, hago la explicación sobre la guía o  actividad a desarrollar en clase, entrego copias a los primeros de cada fila para que las repartan y ahora me esperan 15 o 20 minutos en los cuales me podría sentar a ver cómo trabajan solos, voy caminando por el salón, solo se escuchan el sonido de mis pasos es un silencio absoluto, uno que otro niño levanta la mano para que vaya a su lugar y mire cómo va su trabajo o para hacerme alguna pregunta; al final hago retroalimentación del tema de la clase, una síntesis y una oración para cerrar la clase. Termino y pienso “hice de todo en esta clase” no salió mal nada.
Conclusión:
La figura del titular de curso es fundamental para mantener el orden del grupo de estudiantes, y es fácil determinar las rutinas, prácticas y costumbres de los estudiantes que han sido implementadas por parte del titular.
En el grado 302, el titular maneja un sistema de premios y castigos que hace en el espacio de la clase que ha permitido que los niños hagan consciencia de sus deberes como estudiantes, es notorio el acompañamiento y seguimiento que hace a las familias de los niños, en conclusión el docente conoce a los niños a diferencia del docente del curso 301 que ni siquiera conoce los nombres de todos sus estudiantes.
A diferencia de la actitud del titular del primer curso para con mi clase que manifiesta “Todos suyos”, el titular del segundo curso siempre me hace quedar después de la clase para que le comente como noté al grupo y a algunos estudiantes en particular, vigila de cerca lo que hago en clase.
Los grupos por su población son parecidos, sin embargo, es la figura del titular de curso la que define las dinámicas del grupo y facilita a otros docentes como en mi caso el trabajo dentro del aula.

21 de abril

La clase fue un desastre. Al llegar al salón todos se pusieron en silencio esperando el inicio de la oración presidida por uno de los estudiantes, éste se paró y comenzó por ofrecer la oración por los resultados del periodo y por un familiar enfermo.

Hasta allí todo va muy bien, me encuentro con una sonrisa en la cara, hago la presentación del orden del día: Lectura bíblica, trabajo personal, relato y síntesis grupal de la clase; apenas termino de explicar el último punto me percato que es imposible que cada joven trabaje solo, pues solo algunos cuentan con biblia.
Los divido por grupos de manera que en cada uno quede una persona con biblia, en este punto se complican las cosas: arrastran los pupitres de lado a lado, gritos y ¡quite! se escucha, a ninguno de los jóvenes les gusta las personas con las que ha de trabajar por lo que todos están peleando y de mal humor. Opto por no ceder en los grupos asignados –grave error- continúan las peleas y los gritos, incluso un muchacho le arranca una hoja al cuaderno de una niña.
Logro restablecer el orden en salón, hasta este momento han transcurrido 20 minutos organizándolos en grupos, anoto en el tablero las citas bíblicas y la manera de proceder con los relatos, la clase transcurre en total normalidad y me encargo de pasar por cada grupo atendiendo las inquietudes y las preguntas que tengan los jóvenes.
¡Estaba rescatando mi clase!, de repente, tocan a la puerta, es el encargado de la psicorientacion de la escuela, necesita sacar a algunos estudiantes para hacer unas medidas y determinar el estado de nutrición en el que se encuentran. ¡Otro desastre!, empieza a llamar personas de la lista, este hombre tiene una voz muy potente y distrae a los demás a pesar que les pido concentración, en fin, ha pasado ya el alborozo de la llamada a lista, me atrevo a mirar hacia el curso y mi augurio se convierte en desesperante realidad: ¡me quedé con tres pelagatos!
Ya con inmensas ganas de acabar la clase trato de terminar el tema y revisar los relatos que los presentes me suministran, hago unos apuntes importantes en torno a la forma como se deben redactar los escritos, dejo algunas tareas y abandono el salón lentamente, con la cabeza agachada en presencia de la derrota inminente, no hemos hecho síntesis de la clase, ya no valía la pena.

Faltó él

La clase de hoy fue excelente, los niños con los que trabajé entendían fácilmente las cosas hasta el punto en que sobró bastante tiempo para poder jugar con ellos un buen rato.
Todo empezó así, al entrar al salón salieron a mi paso  los niños que de costumbre suelen correr a abrazarme a pesar que les he insistido ya varias veces que no lo hagan, pero faltaba uno, justamente, ese, el que nunca pone cuidado en clase y distrae a sus compañeros, quizás esté por ahí en algún rincón, pensé, la clase será más fácil si él no se encuentra por acá.

Ciertamente todo transcurrió con gran normalidad, las dinámicas salieron de maravilla y la explicación fue acompañada de juegos y multitud de mímicas que repetían sin falla todos los niños, no faltaron los brotes de indisciplina pero bastante controlables, el dibujo y la actividad con pinturas tuvo un resultado inesperado.

No está él – gritaba desde mis entrañas - el niño de mis molestias, la clase era fabulosa, como ninguna otra, pero más allá de sentirme realizado como maestro me sentía incompleto, fracturado, mutilado y es que hacía falta una parte de mi clase, tal vez la más importante, la que me hace pensar miles de estrategias para tenerle sentado un rato, para que en su pequeña cabecita llena de cicatrices viejas entrara una idea, si no está él mi trabajo es nulo y todo lo que haga estará al servicio de aquellos que cualquiera puede tener en su salón de clase  porque son ejemplares, porque aprenden fácil y no tienen tacha en su comportamiento.

¿Qué sería del orfebre sin su metal duro? Todos los niños son importantes pero, hay mas fiesta en mi aula porque él ponga atención que porque todos hagan las cosas bien como de costumbre, el trabajo de hoy fue fácil y entretenido pues el tiempo rindió y alcanzó para hacer muchas cosas, pero faltaba él con su talante, el sabor que solo él sabe ponerle a la clase, no me importa si jamás pone cuidado a una sola de mis palabras, anhelo que él esté allí, sentado como cualquiera de los otros, así me derrote y llegue a casa cabizbajo por su actitud, al menos recordaré toda mi vida que me esforcé por él, por mi niño problema.