La clase en 201
inició con un toque de emoción que no esperaba encontrar: Esta vez no se
pararon contentos gritando mi nombre cuando entré al salón los seis u ocho
niños de siempre, esta vez conté una veintena de estudiantes alegres de poder
encontrarnos una vez más. Al fin, eso era por algún motivo un índice de mejoría
en la propuesta de las clases, cuanto había costado que aquellos niños se
levantaran para este momento. Al fin.
Los estudiantes
estaban muy dispersos y el desorden era evidente en el salón, así que como de
costumbre espere a que la profesora los normalizara un poco para empezar mi
clase. Aproveche ese espacio de tiempo para copiar rápidamente lo planeado en
el tablero. Un par de niños parados en el rincón del salón, otros tantos
corriendo y en muchos era difícil diferenciar si hablaban o gritaban.
Pero parecía haber esperanza para la
disciplina de mi clase, es decir, los que estaban inquietos eran fáciles de
controlar, los sabía bien porque el único caso en verdad especial es Dubán, si él
estaba con disposición para mi clase, entonces habría una muy tranquila.
Y lo más sorprende
fue ver a Dubán riéndose, parecía alegre. Entonces me acerqué a él – “Hola,
¿Qué tal? ¿Todo bien?” – Le dije – “Si profe todo bien, todo bien.” Con esas
palabras supe que la clase podría ir muy bien aquel día. Así que empecé a con
la introducción al tema y luego la narración de la historia; los niños ya
habían terminado de copiar lo que estaba en tablero y se estaban acabando los 5
o 7 minutos que tenía de atención luego de la mayoría hubiesen terminado de
copiar. Inmediatamente le entregué a Duban la mitad de las copias y otro
estudiante el resto.
Ellos muy tranquilamente les repartieron las
hojas a sus compañeros, cumpliendo con entregar el material sólo a los que
estaban sentados en sus puestos y en silencio. Todos empezaron a trabajar,
bastante juiciosos. Estaba contento porque hasta el momento todo me había
salido según lo planeado. Duban tenía los ojos pegados en la guía, sabía que su
concentración era totalmente diferente al del resto de sus compañeros (claro,
cuando se lo proponía) y parecía estar bastante entretenido.
Me paseaba por los
puestos controlando la normalidad de la clase, cuando de pronto la profesora
titular va al puesto de Dubán y le quita la hoja, yo miraba absorto, no sabía
si dar crédito a mis ojos porque la profesora le rapaba la guía de las manos a
Dubán y tanto ella como yo sabíamos lo que ocurriría.
Me acerqué a ella y le pregunté el porqué de
su decisión – “El sabe que si no me presenta el cuaderno de Español con la
actividad terminada, no puede continuar” – dijo ella. Y yo sólo decía en mi
mente “Profesora usted sabe lo que va a ocurrir ahora con Duban, hasta aquí va
a trabajar y me va a dejar trabajar a mí, su asignatura es una cosa y mi clase
no puede verse afectada por eso…” Y mil cosas más.
Efectivamente la clase empeoró Dubán empezó a
gritar, a pelear y a intentar llamar la atención de diferentes maneras. No
perdí mi tiempo en controlarlo porque la profesora intentó hacerlo durante la
mitad inicial de mi clase y tal como lo
era de esperarse, no lo logró controlar y se ganó más de un grito de Dubán.
Luego intenté acercarme
al niño pero era casi imposible, no era nada extraño su comportamiento. La
profesora titular perjudicó el resto de mi clase. Al final de la clase todos
los niños habían terminado la guía, bueno, exceptuando a Dubán. –Niños, van
saliendo a descanso los que hayan terminado toda la actividad y me van
mostrando su guía.” – les dije.
“¿Profe, Dubán hizo
su guía?”- Dijo la profesora titular – “No profe” – Contesté, con un grito
dentro de mi cabeza que decía “Gracias a usted profesora, porque aún tiene en
sus manos el taller de Dubán…”. - “Ah bueno profe entonces Dubán sabe que no
puede salir hasta terminarlo, le tocaría entonces quedarse con él acá, yo les
dejo abierto el salón y le entrego el candado…” Dijo la profesora. Contuve un
poco la rabia y me acerqué a ella, la mayoría de niños se habían ido. En voz
baja le dije: “Profe, no era conveniente quitarle la hoja usted sabe como es
él” – “Pero que hacemos Hermano, toca así con él, si no…” Dijo la profesora.
Yo seguía sin
entender porque creía ella que con Dubán tocaba de la manera brusca, y fuerte
luego de casi medio año y ningún fruto de esa “estrategia”. Me quedé con Dubán
todo el descanso en el salón. Hablé con él para preguntarle si iba a realizar
el trabajo o no, no le iba a rogar y tampoco a obligarlo, sabía bien como es él
y sobretodo estaba bastante furioso, bastante.
Dubán se refirió a
su profesora con los peores términos que se sabía, se tapaba la cara y no
paraba de murmurar. “Dubán esto es cuestión suya, antes le voy a ayudar a
terminar esa guía rápido pero solo si usted quiere y está dispuesto, de lo
contrario no le voy a rogar y nos quedamos los dos todo el descanso.” – Le dije
en un tono bastante serio. “No no profe, todo bien, hagámosle a eso entre los
dos para ver si alcanzo a salir” Decía él a punto de llorar.
Supe que ese
momento sería una excelente oportunidad para acercarme a Dubán y poder hacerle
sentir mi compromiso por él, por su mejoría, por su futuro que tanto me
atemoriza. Con bastante empeño lo orienté para que él mismo pudiera resolver la
guía, sin duda estaba un poco extensa. Dubán se quejaba, peleaba y se desconcentraba
cada vez que entraban niños al salón buscando el refrigerio en sus bolsos o solo
entraban… A veces para ver a Dubán y luego reírse o lamentarse con él.
Yo los dejaba, lo
único que me importaba era la reacción de él en medio de esas situaciones.
Esperaba que Dubán se diese cuenta que en medio de todo, su profesora, sus
compañeros y resto de personas, nadie le había ayudado porque lo consideraban
un “problema en la clase” repitiendo las palabas de la profesora titular del
curso. Quería que observara a su alrededor y observara que yo también había
perdido mi tiempo de descanso pero que no me quejaba de ello y le seguía
ayudando.
Al final lo único
que dijo Dubán fue: “Al fin, ash pero
ya cerraron la cafetería y quedan como 5 minutos para que timbren.” – “Entonces
por culpa suya ¿Yo tampoco voy a comer nada? Nooo Dubán.” Dije yo, él se reía y se agarraba la cabeza. Saqué del
bolsillo una bolsita con un dulce que vendían en la cafetería, una niña del
mismo salón (Jimena, la más juiciosa) me la había regalado. “Tenga, esto es lo
único que tengo.”
“Ah, gracias profe
todo bien.” - Contestó. No esperé a que terminara la frase y me volteé para
recoger mis cosas rápido e irme tan pronto como pudiera. Pero Dubán me abrazó,
no dejó que me diera la vuelta para irme, eso sí un abrazo muy corto, creo que
fue el abrazo más rápido que Dubán haya dado, estando seguro de que han sido
muy pocos.
La historia de vida de Dubán es muy
complicada, no es nada fácil para él estar en un ambiente familiar tan pesado y
a la vez ser un niño “normal” como la profesora titular y todos los demás
profesores deseamos en medio de un ambiente de constante indisciplina. Dubán
tuvo un gesto de cariño conmigo, cuando nunca había visto de su parte algún
gesto diferente al de pelear, golpear, gritar o tratar mal a alguien.
Mi oración y deseo
era la esperanza de haber logrado por fin, tocar el corazón de Dubán y hacerle
entender que nosotros no éramos enemigos como él estaba acostumbrado a ver a la mayoría de profesores; que no
teníamos por qué pelear como él lo hacía con su titular, que si me lo permitía
yo le podría ofrecer un trato diferente, que tenía con él un compromiso
diferente.