domingo, 15 de julio de 2012

21 de abril

La clase fue un desastre. Al llegar al salón todos se pusieron en silencio esperando el inicio de la oración presidida por uno de los estudiantes, éste se paró y comenzó por ofrecer la oración por los resultados del periodo y por un familiar enfermo.

Hasta allí todo va muy bien, me encuentro con una sonrisa en la cara, hago la presentación del orden del día: Lectura bíblica, trabajo personal, relato y síntesis grupal de la clase; apenas termino de explicar el último punto me percato que es imposible que cada joven trabaje solo, pues solo algunos cuentan con biblia.
Los divido por grupos de manera que en cada uno quede una persona con biblia, en este punto se complican las cosas: arrastran los pupitres de lado a lado, gritos y ¡quite! se escucha, a ninguno de los jóvenes les gusta las personas con las que ha de trabajar por lo que todos están peleando y de mal humor. Opto por no ceder en los grupos asignados –grave error- continúan las peleas y los gritos, incluso un muchacho le arranca una hoja al cuaderno de una niña.
Logro restablecer el orden en salón, hasta este momento han transcurrido 20 minutos organizándolos en grupos, anoto en el tablero las citas bíblicas y la manera de proceder con los relatos, la clase transcurre en total normalidad y me encargo de pasar por cada grupo atendiendo las inquietudes y las preguntas que tengan los jóvenes.
¡Estaba rescatando mi clase!, de repente, tocan a la puerta, es el encargado de la psicorientacion de la escuela, necesita sacar a algunos estudiantes para hacer unas medidas y determinar el estado de nutrición en el que se encuentran. ¡Otro desastre!, empieza a llamar personas de la lista, este hombre tiene una voz muy potente y distrae a los demás a pesar que les pido concentración, en fin, ha pasado ya el alborozo de la llamada a lista, me atrevo a mirar hacia el curso y mi augurio se convierte en desesperante realidad: ¡me quedé con tres pelagatos!
Ya con inmensas ganas de acabar la clase trato de terminar el tema y revisar los relatos que los presentes me suministran, hago unos apuntes importantes en torno a la forma como se deben redactar los escritos, dejo algunas tareas y abandono el salón lentamente, con la cabeza agachada en presencia de la derrota inminente, no hemos hecho síntesis de la clase, ya no valía la pena.

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